viernes, 3 de octubre de 2014

Mensajes muertos.

Y en cuanto terminé de pronunciar la última palabra me di cuenta de que en demasiadas ocasiones es mejor no contar algunas cosas. Darte cuenta de que algo solo es secreto cuando no lo sabe nadie, y que cuando repites una historia cincuenta vez pierde toda la "magia" que creíste ver en un primer momento.
Pero qué le voy a hacer, nunca fui muy lista, ya se sabe; y creo que en el fondo cada día lo soy un poco menos dividiendo mis períodos mentales en una compleja e interminable divagación de un tema en concreto, o por el contrario totalmente inmersos en la nada absoluta de quien lee algo absorto olvidando que el mundo existe. Algo, como si fuese corriente, pero en realidad me refiero a mí leyendo toda la bibliografía de Murakami.
En el fondo, que tengo una preocupación que por imbécil he contado a algunas (demasiadas) personas el problema, y eso es echarle hierro al asunto. Pero como sé de siempre, no destaca mi brillantez.
Son las cinco y media de la madrugada de un viernes, pasada la noche del jueves en que yo no tenía ninguna mínima intención de salir.
Y bueno, que ni me apetece buscar una metáfora para explicar esa maldita preocupación.
Voy a concentrarme solo en Nudozurdo ahora. Buenos sueños a todos.

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