sábado, 21 de junio de 2014

Granizado de sandía

Cuando has pasado muchos años de tu vida con algunas personas, terminas por recordar sus cumpleaños, y hoy era uno de esos días.
He abierto whatsapp buscando el número de una vieja amiga para felicitarle, y resulta que no lo tenía. Así que decidí mandar un mensaje por facebook y abrí una conversación con ella. Y cuando ya tenía medio mensaje escrito, me di cuenta de que la última vez que había hablado con ella fue exactamente hace un año para lo mismo, y que no obtuve respuesta. Y me he carcajeado de mi mísma mientras borraba el mensaje y me he limitado  a seguir añadiendo música a mi lista para este verano. Granizado de sandía se llama, y es lo que suena ahora mismo.
Y me he parado a pensar, no en la cantidad de gente que hemos "conocido" a lo largo de nuestra vida, sino a la gente con la que nos hemos topado. Seguramente millones, a algunos les hemos visto un par de años y a otros un par de segundos. Entrecomillo el "conocido" porque es un término demasiado utilizado que a mí me parece imposible, jamás llegas a conocer a alguien. (pero eso es otro tema para otro día)
Y bueno, he llegado a la conclusión de que cuando quieres que alguien siga estando en tu vida, mueves el culo para que así sea, al igual que cuando alguien quiere seguir estando sabe plantarse y decir, "oye, que estoy aquí". Y las relaciones no se enfrían unilateralmente, como mínimo las relaciones son cosas de dos. Y si dos personas dejan de hablar, son las dos las que lo abandonan. Que la persona se lo merezca, o no, es otro tema, pero no es culpa de uno solo.
Y bueno, me ha hecho mucha gracia cómo cambiamos de amigos con el tiempo y cómo mantenemos a otros. Estoy totalmente en contra de felicitar a los quinientos mil amigos de las redes sociales por sus respectivos cumpleaños, no, por eso felicito a quién quiero y aprecio, a personas que aprecié, y a un par de pocos compromisos. Y odio esos compromisos. Los odio. Pero sin embargo, los sigo haciendo.
Pero no, hoy, hoy me los salto. Que para un día de vacaciones que me doy hasta que terminen las recuperaciones de julio tengo que dejar todos y cada uno de los compromisos, pedir otro granizado y disfrutar a ritmo de Architecture in Helsinki.




He decidido recuperar viejas costumbres, y creo que voy a volver a poner banda sonora a lo que escribo, para que por lo menos, quien lea estas desvariaciones, encuentra una cosa buena.

lunes, 16 de junio de 2014

Con-razón y corazón.

Hacer lo de siempre pero como nunca, todo se resume a eso. La gente se casa de rutinas, normal, pero cuando tienes a las mejores personas del mundo a tu alrededor, nada es normal ni lo de siempre se convierte en rutina.
Echo de menos esos días (que en los últimos veranos no fueron días numerosos) de lo de siempre con gente que conoces de poco, pero mucho. No creo que los amigos sean aquellos que conoces desde que eres pequeño, sino aquellos que realmente han estado ahí cuando querías ser tan minúsculo como para desaparecer.
Los amigos no son los que te ven crecer, son los que te hacen crecer; aquellos con los que aprendes y a los que realmente dejas verte cuando eres muy muy pequeño, cuando eres nada. 
Supongo que hay gente afortunada que además de este tipo de amigos, tiene los de toda la vida, y aunque imagino lo bonito que debe ser, jamás podría cambiar eso por lo que tengo. 
La universidad, jo, lo mucho que le debo, a pesar de las noches sin dormir, las horas llorando a oscuras por no poder más y el resto de malos momentos, que para qué negarnos, son muchos. Pero sin duda, tengo lo mejor de Valladolid gracias a ella, gente que llegó exactamente el primer día en esa ciudad y personas que han ido apareciendo a lo largo de estos dos años. Ay, UVa, lo mucho que te debo además del vino.
El instituto, también. Fue una etapa de cambios, cambios muy duros, jope que hasta incluso me rompieron ¡A MÍ! un poquito ese corazón que a veces parezco no tener. Y sin duda, no habría sacado esos dos años con los ánimos que tuve hasta el último día si no hubiese tenido a mí lado a la gente maravillosa que ojalá hubiese conocido antes y que ojalá espero tener muchos años a mí lado. Aunque últimamente no les vea, les echo de menos, y como soy idiota no se lo digo. Ay, que me pongo melancólica. 
Se me da muy mal mantener cosas, soy muy caos, un desastre ¡menuda sorpresa! Pero si la "relación" más larga que he conseguido mantener no pasó de un par de meses, y los amigos más antiguos que tengo los conozco desde hace cuatro años. Y bueno ¡qué amigos! de verdad, que son muy grandes, enormes. Los nuevos, y los algo más veteranos. Sinceramente os admiro por aguantarme, porque no hay otra palabra. Me aguantáis y nadie me va a discutir eso, que a pesada no me gana nadie. 
Y no leeréis esto, y mejor, porque jopetis, menuda vergüenza, yo aquí mostrando sentimientos. 
Puf, quita, que el otro día le conté a una de las personas que más me conocen que había escrito algo fuera de mi línea deprimente y negativista y aún sigue intentando que lo publique o se lo enseñe. (Creo que lo hace para comprobar que realmente es verdad y que en el fondo tengo corazoncito y esas puaj cosas)
En fin, que esto carece de coherencia, cohesión y lógica, pero he intentado poner un poquito de corazón. Y ya se sabe que esas cosas no tienen por qué ir de la mano. 
A veces está bien escribir con-razón y corazón.


miércoles, 11 de junio de 2014

Suficiente.

¿Sabes esas veces en que no tienes ganas de nada que no sea dormir, escribir y si eso soltar un par de lagrimillas? De impotencia, de desesperación, de agobio. De ver que no puedes, que igual esto no es para ti. Quizás la equivocada siempre has sido tú y no los que no te veían capaz de esto. Sí, has llegado hasta aquí, no está mal, muchos se rindieron antes. No, bueno, no se rindieron, recapacitaron. Y tú has llegado hasta aquí, y te dirán que es bastante, pero para ti no es suficiente; pero el problema está cuando TÚ NO ERES SUFICIENTE.
Porque tus diecinueve años de vida se han resumido a mucha suerte y a la memoria bajo presión. A amigos con suerte apostando a los temas que caerían y con mentes prodigiosas capaces de contarte un bloque temático en diez minutos y conseguir que se te quede a ti también.
Suerte, azar... Que nosotros elegimos, pero dependemos de lo que eligen los demás. Y la suerte no es azar, la suerte es cuando las decisiones de los demás son propicias para las tuyas propias.
No sé. No me entiendo. Soy una puñetera montaña rusa que por cada subida horrorosa tiene una bajada fugaz de medio segundo de ser feliz, y generalmente esos medios segundos de ser feliz son personas que nos dan suerte, que sus decisiones nos hacen felices cuando no somos capaces de serlo por nosotros mismos.
No soy una persona feliz, pero bueno, tengo momentos felices, a veces eso es importante.
Qué vivan los idiotas que nos hacen reír, que vivan por muchos años, porque sin ellos, estaríamos aún más perdidos de lo que estamos.
No se puede salvar una asignatura en la noche de antes, igual que no se puede arreglar una vida en un par de decisiones. Pero nunca vienen mal un par de canciones que nos hagan olvidarnos de esa asignatura, de la vida, y de todas nuestras mierdas.
Que a veces todo lo que necesitamos es tumbarnos en una cama, en total oscuridad y con unos cascos sonando a todo volumen. Y no somos felices, pero tampoco nos acordamos por un instante de ese hecho, y quizás todo sea cuestión de eso, de olvidar durante mucho tiempo que no eres feliz, hasta que dejes de estar triste por no estar feliz. Y simplemente te limitas a estar ausente. No, creo que eso tampoco es ser feliz. Olvidarte a propósito de que no lo eres no funciona.
¿Pero funciona algo? Yo creo que en mí nada funciona. "Oh Andrea la exagerada teatrera" Bueno, lo que queráis. Pero que no, que algo no funciona.
¿Se puede ser feliz? ¿Lo sois?
¡Jo! Que no, que me entiendo pero no me entiendo.


miércoles, 4 de junio de 2014

Vuélame la cabeza y sombréame unas nubes

Vuélame la cabeza, que esta noche sueña Nacho y quiero conocer a Michi Panero.
Miss Carrusel hoy tampoco duerme porque una vez tuvo un amor, y seamos sinceros, dijo no.
Y cuando ella dice no, es no.
Pero le sigue gustando tener ahí a alguien que le cante shalalaralala y le lleve a la feria hasta que cierren.
Y vuélame la cabeza, que ese señor de gris quiere algo pero yo no sé lo que quiero, ni lo he sabido nunca.
No sé si quiero volver y que nadie me haga falta, o hacerle falta a alguien.
Y sé que volveré y no habrá nadie ahí que me vuele la cabeza.
Porque piensan que es algo feo, un instinto suicida para huir de todo. Nadie se molesta en analizar mi concepto de "volarle a alguien la cabeza" porque claro a nadie le gusta sombrear nubes ni mandar lejos preocupaciones ajenas, que bastante tenemos con las propias.
Y son las dos de la mañana y yo, que jamás he sido afortunada en esto del dibujo, no puedo sombrear estas nubes, pero sombrearía las tuyas hasta sin manos para volarte las preocupaciones.
Porque volar la cabeza es todo lo bonito que lo queramos hacer. Es una canción, un juego de palabras, es la entrada de un concierto, un abrazo, alguien que aparece por tu espalda tapándote los ojos por sorpresa... Es hacer del todo una nada para olvidar los bucles infinitos.
Es pensar que en diez días todo habrá terminado y yo estaré viendo a Nacho.
Y tú seguirás haciéndome falta, pero nadie gritará ningún nombre en el andén ni en mi cabeza.
Creo que va a empezar a llover, porque querrás correr, y lo harás, y desaparecerás. Pero yo siempre he sido de días grises y nubes grandes, aunque no sepa sombrearlas. Y la inspiración volverá. Porque coloreo de pena las nubes solo en gris, pero escribo algo mejor los días grises. Aunque al final de esta historia simplemente tendré un calcetín por mejor amigo, echando vodka al té y tan poco adorable como he sido siempre mientras voy durmiéndome en las esquinas.
Vuélame la cabeza, y sombréame las nubes, porque este junio va a hacer calor y yo sin lluvia me deprimo.



¿Te ha gustado?



Compártelo ^^