jueves, 27 de marzo de 2014

A mi vida le falta una D.

Rebuscando en mi perdido disco duro externo he encontrado una vieja conversación con una de las personas que más echo de menos en el mundo. Y no vive en otro país, ni siquiera en una ciudad diferente a la mía. Y todos los días duerme a menos de diez minutos de donde yo lo hago. Pero en realidad es como si estuviera a años luz, en otra galaxia. Y no hago más que lamentarme y confiar en que algún día yo encuentre la nave espacial que me devuelva a Dada, donde se firmaban contratos de visitar Nueva York y las risas nunca tenían fin. 
No sé si es orgullo, o falta de esperanza, pero mi niña pequeña cada vez se hace más vieja y cree un poco menos en las personas. Porque siempre, tarde o temprano, las termina perdiendo. Y los que antes se van siempre son los mejores (salvo excepciones). 
Y yo no paro de echar de menos al mejor. No sé lo que daría por una charla de las de antes, y las risas, y el hacer el tonto y qué más dará con uno de los mejores amigos que tuve en la vida.
No sé lo que daría. Pero creo que por lo menos tendré que dar algo más de guerra, una llamada y un par de sms (que el whatsapp es de cutres). 
Te echo de menos, D.


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