domingo, 3 de noviembre de 2013

Maneras.

He descubierto que a veces nos tenemos que conceder el permiso de rendirnos. El placer de decir, otro año será, prefiero vivir este. Por mi salud mental, o por todas las películas que tengo pendientes por ver. Porque merece la pena aprovechar cada momento, pero también merece la pena saber repartirlos.
Y no sé, quizás algún día me arrepienta de dejar la carpeta de proyectos en aquel rincón bien escondido del desván para lo que queda de curso, pero sé que no va a ser ni hoy, ni mañana. Y quién sabe, quizás nunca.
A veces nos exigimos demasiado, pensamos que si otros pudieron, nosotros también. Pero luego nos damos cuenta de las cosas que nos estamos perdiendo, de las preferencias que nos estamos marcando, de las cosas que se van y no volverán. Y quién sabe, quizás al dejar una asignatura para el año siguiente alargue mi estancia en aquel lugar llamado Valladolor, pero gracias a ello podré concederme ciertas licencias este, y joder, la de experiencias que viviré en ese año de más, y la gente a la que conoceré, Y TODOS LOS CONCIERTOS QUE HABRÉ VIVIDO, Y TODAS LAS PELÍCULAS. Y JODER, TODAS LAS HORAS DE SUEÑO QUE REPARTIRÉ.
Y por muy bonita que sea la asignatura, y lo que disfrute haciéndola, no sé. No creo que merezca la pena automachacarse tanto, ni los malos ratos. Y por mucho que me encante, no puedo permitir que haga que la rutina y el estrés desencanten mi vida. No. Sin duda. Unas veces se pierde, y otras se gana. Pero es que nadie dice que se puede perder y ganar a la vez.
Esa es la parte que se callan.
Y claro. Así va el mundo. Lleno de autoconvencimientos de que ganar es la única opción y de que a los perdedores nadie les quiere. Como si existiesen los perdedores. Ni los vencidos. Las rendiciones no se oponen a las victorias.
Así va el mundo, lleno de gente que no usa el corazón, y en el que cualquier día nos plantarán una fábrica de órganos de hielo, y nadie notará la diferencia. Eh, que yo tengo uno y a veces lo uso, exclusivamente por y para mí, pero bueno, ahí está. Recordándome que vive, y que yo vivo, que vivimos a mí manera.

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