domingo, 17 de abril de 2016

Cuatro.

En cuatro años se aprenden muchas cosas.
A vivir fuera de casa y terminar considerando hogar muchos lugares, y personas.
Que estar solo depende de ti y de nadie más. Que no es malo, ni es bueno. Que sentirse solo es un problema, porque creer que lo estás es no considerarte a ti mismo una buena compañía. Se puede estar más solo rodeado de diez personas en cualquier sitio que sin acompañamiento en tu habitación.
Que gran parte de las mejores personas que has conocido en tu vida, han llegado en ese período, y por malo que haya sido a veces, te hacen ver que no hay tiempo perdido si sabes con quién utilizarlo.
Que cuatro años parecen muchos cuando tienes veintiuno, pero seguramente serán moco de pavo cuando tenga cuarenta. Y lo importante será si lo que vino después mereció la pena, si el camino ya recorrido desembocó en algo que me aportase ganas de seguir caminando en lugar de creer haber llegado a un final. Cuatro años pueden considerarse perdidos si no te detienes a apreciar todo, lo bueno y malo, que te han aportado.
Que hoy estamos aquí, seguramente no recordemos dónde estuvimos ayer, y no tenemos ni puta idea del lugar en el que estemos mañana.
Que hacer deporte es la mejor manera de sonreír sin motivo ajeno, que somos capaces de más de lo que creemos, pero que muchas veces nos convencemos de no ser capaces por pereza o comodidad. Curiosa esta tendencia de camuflar el miedo llamándolo vagancia.
Que salir de la zona de comfort es lo mejor que se puede hacer, y si lo hacemos hoy, en el futuro será algo conseguido, no una meta que vamos posponiendo a cada paso dado. Es importante saber que no has sido un borrico persiguiendo una zanahoria que parece estar cerca pero nunca alcanzas. La zanahoria podría ser muy bonita, pero cortar el palo que se interpone y haber buscado algo mejor, será lo que te haga saber que tu vida te mereció la pena.
Que querer depende de nosotros, y que ciertas personas serán conscientes de nuestra existencia cuando hayamos desistido en el intento de que nos detecten. Muchos aprecian el sofá al caer de culo al suelo y recuerdan lo cómodo que era eso antes, cuando por inercia sabían que se desplomarían en blando.
Que importa hoy y quizás mañana. El pasado es bonito, lo hacemos bonito, lo acomodamos, el punto de vista propio no deja de ser un punto, que suele ir acompañado de por lo menos dos más. Nunca algo será tan bueno como recordamos, ni tan malo como contábamos.
Y joder, el futuro, eso es lo jodido. El pasado está, por muchas vueltas que demos no va a cambiar. Lo que nos acojona es no saber a dónde vamos. El de dónde venimos existe, lo conocemos, es cómodo, está bien, pero para un rato.
El hoy, también puede ser bonito, unos días cuesta más que otros, pero terminamos siendo capaces de superarlo. Cinco segundos después de cinco más y así sucesivamente hacen un día, y una vida.
Cinco segundos tras otros tantos se soportan, pero no es vida, es supervivencia. Es inercia, es rutina. Rutina que cansa, tendemos a llamar rutina a algo aburrido, una vida de costumbres termina siendo nada nuevo que recordar, nada nuevo que vivir, y nada nuevo con lo que soñar.
Tendemos a planear el futuro, a buscar lo cómodo, un hábito con el que contar, una constante. Como si dependiese únicamente de nosotros mismos. El futuro da miedo. PÁNICO. Cuando te cansas de la rutina, de sobrevivir a esos cinco segundos.
Hasta que llegas al punto de no retorno, y ves que el futuro en el presente puede ser tan bueno o tan malo como el pasado. Mañana depende de muchas cosas, pero tú eres la primera. Si no tomas una decisión que necesitas, mañana será otra copia de hoy, Y acabaras con muchos ayeres que te quitan las ganas de levantarte otros cinco segundos más.
A veces tardas cuatro años y un segundo en ver que no quieres ni otro más así.
No podemos predecir el futuro, es intangible, a veces ni sabes hacia dónde cojones te diriges. Y llega un día en que dices, no, mira, estos cinco segundos no me aportan nada y me he cansado. Quiero que los próximos sean de verdad y no una pérdida.
Y te da miedo, pero esperanza. Te levantas con ganas de vivir, de seguir, de pelear con lo que toque.
Lo que más me aterra es el futuro, más que hace cuatro años. Pero hoy soy el resultado de lo que he vivido estos cuatro años, y, siendo modesta, no ha salido tan mal. No soy quien quiero ser, pero sé quién quiero llegar a ser.
Cuatro años y dos segundos.
Hasta que llegue el momento de parar de contarlos, de perder la cuenta. Dejar de sobrevivir para estar viviendo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Te ha gustado?



Compártelo ^^