jueves, 1 de enero de 2015

Clichés y chicles de chicle.

De años nuevos, vidas nuevas, están llenos los cementerios de ideas. Porque si tienes que esperar a cambiar el número final de la fecha para atreverte a hacer algo, estás jodido. Aunque no sé de qué me quejo si hay costumbres inamobibles. Y seguiremos prometiendo ir al gimnasio cuando empiece el nuevo año, y comer más sano cuando empiece el mes; atreverte a saludar a ese chico el mes que viene, empezar a estudiar ya si eso mañana y dejar lo de vivir mejor cuando saquemos un poco de tiempo.
Cuánto nos gusta ver en los reflejos de charcos un arcoiris que no existe en un cuándo y dónde actual, y buscar en un espejo de oesed las personas y sentimientos que murieron, dejamos morir, o ni tan siquiera existieron.
Qué bonito desear un feliz año cuando en 365 días con sus 24 horas de cada uno de ellos no eres capaz de sacar diez minutos para alegrar a quien se lo deseaste con esa cadena que tanto te costó copiar y pegar.
Qué genial lo de un año lleno de salud cuando te olvidas un mes después de preguntar cómo fueron aquellas pruebas médicas.
Qué astuto lo de brindar por el año nuevo en lugar de por el pasado. Decid que sí, mejor brindar por algo desconocido en lugar de por algo que nos hizo (y recordarlo nos sigue haciendo) felices o por algo que ya decidimos dejar atrás antes. Por algo que conocemos en lugar de por algo que quizás ni terminemos.
Qué indectentes. Todos.
Qué maravillosamente oportunos todos los clichés.
Y los chicles que saben a chicle.
Mejor dormid, que ahí todo se nos cumple en lugar de tener que mover el culo para lograr lo que realmente queréis (queremos, quieren, querrán... qué más da ahora el tiempo y la persona cuando nos los hemos saltado en cada uno de las propósitos de la nueva etapa).

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